lunes 17 de junio de 2024 - Edición Nº2021

Cultura | 20 dic 2023

¿UN PARALELISMO CON LA REALIDAD ACTUAL?

A propósito del estreno de El diario de Ana Frank | Por Darío Gregorio Molina

Darío Gregorio Molina, escritor de zona sur del Partido de La Costa e integrante del elenco de El diario de Ana Frank, nos acerca una interesante reflexión en relación al estreno de la obra, que trasciende los límites del tablado y nos interpela en nuestra conducta social.


El estreno de El diario de Ana Frank en el Teatro de la comedia del municipio de La Costa fue un acontecimiento que se impuso en el ámbito de la cultura costera. La obra se presentó en San Bernardo el sábado 11 de diciembre, con una afluencia de público que desbordó la sala, hasta el punto que muchos espectadores no pudieron verla.   


Asumiendo un formato hiperrealista, el espectáculo no comenzó en el escenario, con el público ya acomodado en las gradas, sino media hora antes, cuando actores personificando a judíos recorrieron las filas de la entrada y preguntaron a la gente si reconocían en una foto vieja a un familiar desaparecido. También había deambulando estereotipos Nazis, que amedrentaban a la gente, empujaban e insultaban a los judíos que pretendían salirse de la fila. Y este es el punto en el que quisiera instalarme. No hubo público en la espera que reaccionara a tamaña violencia. Las personas tomaban distancia de los judíos, tal vez, sorprendidos por la situación, podrían haberlos identificados como vagabundos que dormían en la playa y salían pedir plata o comida, salvo por un pequeño detalle; los actores llevaban sobre el pecho una enorme estrella amarilla, que para ser mas explicito gritaba “judío”.

 


¿Porque la gente no reaccionó al pedido de suplica de los judíos? ¿Porque no reaccionó ante la violencia nazi? Puede haber tantas razones como almas haciendo fila. Para ensayar alguna respuesta podríamos hacer el ejercicio de extrapolar lo ocurrido a los años ochenta. En plena etapa de recuperación de la democracia, el miedo a la violencia nazi- videlista se habría impuesto, pero la misma hubiera producido al menos alguna esbozo solidario. ¿Qué hubiese pasado en los setenta? Es probable que la población radicalizada de entonces no hubiese permitido de ninguna manera ese acto de atropello ni aun en la realidad teatral.


Hoy en el 2023, en un pequeño teatro costero, la experiencia puede llevarnos a conclusiones a las que no quisiéramos llegar. El diario de Ana Frank fue presentada aleatoriamente, una semana después que ganara las elecciones Javier Milei, fascista confeso, y pocos días antes que este descargara las baterías económicas mas feroces sobre los argentinos desde el “Rodrigazo”.

 


Ante este escenario, la sociedad argentina hasta hoy mira desde los balcones. Como Ana, espera, pasivamente. Sin armaduras ni derivados. Como la familia Frank, los argentinos se esconden en las buhardillas de las instituciones, viendo por la ventana el momento en que algo suceda. Ansiosos de una llamada telefónica que les diga que ya todo termino, que es el fin de la pesadilla. Que ya los muertos fueron velados y enterrados, que las instituciones democráticas pueden volver a recibirlos angelicalmente, para dormir tibios bajo las mantas de la democracia. La sociedad espera pasivamente, evitando el compromiso, que algo acurra. No sabe qué. Tal vez sea el desembarco de una fuerza liberadora en Lombardía, un diputado con una ley salvadora, un juez con una resolución de amparo, un sindicalista con una amenaza de huelga, un día “D” vernáculo. Ana Frank esperó en la conciencia de una niña de doce años protegida por sus padres. La sociedad argentina espera, no tiene padres con frazadas que la arropen, el ático institucional se derrumba. Un pensamiento mágico esperanzador la protege. Solo resta saber hasta cuándo.


Darío Gregorio Molina

 


 

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