jueves 06 de febrero de 2025 - Edición Nº2255

Cultura | 6 nov 2023

LITERATURA

María Teresa Andruetto: «La lectura es un instrumento de intervención social»

En una “Una lectora de provincia”, la escritora cuenta cuál fue su relación con la lectura a través de los años, de qué modo fue refugio, compañía y sustento, cómo la difundió y la defendió como un derecho y cómo, a través de la ella, se convirtió en escritora.


El hilo, la trama, el tejido. Muchas de las palabras que se refieren a los relatos  provienen de las ancestrales labores femeninas, dice María Teresa Andruetto en Una lectora de provincia (Ampersand).  También la cocina está emparentada con la literatura. «(…) mientras le explicaba a una de mis hijas cómo hacer una comida que me había enseñado mi madre –cuenta–, tuve conciencia del traspaso cultural que hacemos en la cocina. Una forma de memoria. Como en la escritura, quien cocina se somete a leyes, al mismo tiempo que explora nuevas posibilidades. Repetición, regreso, combinaciones: un buen cocinero abandona la rigidez de las recetas, se arriesga a probar formas, sustancias, modos de cocción, hace del mismo modo, y al mismo tiempo, de un modo diferente, lo que ya fue hecho».

Y agrega: «Ya lo decía Yourcenar que era sobria y vegetariana: la escritura es como un pan, un pegote que primero se nos queda en las manos y que hay que amasar, sobar, ligar, dejar leudar, y sólo después cocer. Es lo mismo que un libro, salvo que, en un libro, el leudado puede llevar años».

Andruetto, «Tere» para los más íntimos, escribe con la misma modestia que tiene una rodaja de pan que, sin embargo, es un alimento esencial, presencia ineludible en la mesa, consuelo de las tripas y el corazón. María Teresa ha leudado sus palabras durante años en los rincones más tibios de la cocina y por eso le salen doradas y crujientes y con una miga tan blanda y acogedora que es refugio de las miserias del mundo.

Para referirse a ella suele decirse que es la ganadora del Premio Hans Christian Andersen, una versión del Nobel para la literatura infantil. Y eso es rigurosamente cierto, pero es más un dato de su curriculum que de su vida. Ella vive y escribe sin oropeles, como si cocinara como su madre o, como su abuela, cardara la lana de los colchones para ganarse la vida.

Lo comprobará quien lea Una lectora de provincia (Ampersand). Allí no sólo pasa revista a los textos que la formaron, sino también a la compañía que le hicieron las palabras durante el insilio al que la obligó la dictadura y a la forma en que le permitieron ganarse el sustento. 

Como si evangelizara con palabras laicas, se dedicó a leerles relatos a otras mujeres muchas de las cuáles no sabían leer ni escribir, descubrió y dio a conocer a escritoras secretas, militó y milita la causa feminista. Las palabras, que terminaron por convertirse en su casa, su refugio, su lugar en el mundo, estuvieron presentes en su vida desde antes de nacer en una casa donde el único lujo era la lectura. Ella puede corroborar mejor que nadie que en un principio fue el verbo.

–¿Qué significa ser una lectora de provincia? ¿Por qué titulaste así el libro?

–Surgió porque muchas veces me han entrevistado y me han preguntado qué siente y cómo vive una escritora de una provincia. Eso que un principio podría tener una carga negativa porque supone que se es de la provincia y no de todo el país, yo lo tomo como una fortaleza o, en realidad, como un posicionamiento. Y en algún punto es verdad que soy una escritora de provincia porque todo lo he hecho desde la provincia. Nunca pensé en irme a otra parte y desde ese lugar he mirado el mundo o, por lo menos el mundo que me rodea, el mundo hasta donde alcanzó mi mirada. Mi lectura, como se puede ver en el libro, también nació de ahí, de las afueras de un pueblo en un sector social donde había libros pero no había muchas otras cosas. Era un pueblo de un barrio de una provincia. Desde allí fui ingresando a otras zonas pero siempre con la memoria de lo recorrido.  Eso se ve en lo que escribo y en el modo de leer. No es una pose ni una búsqueda, es así como se han dado en mí la lectura y la escritura.

–Pero a ningún escritor porteño le preguntan cómo es ser un escritor de la ciudad de Buenos Aires.

–Es verdad. Por eso el título tiene, quizá, un toque de ironía porque desde la periferia también se puede construir un camino de lector. Tengo una amiga que cuando le mandé la foto de la tapa del libro me preguntó: «por qué, Tere, por qué te califican así». Le contesté que fui yo la que quise ese título (se ríe). A mí siempre me aparece mucho una frase familiar, antigua, que es «hacer de trapo, bandera». Creo que aquí haya algo de eso, de que uno tome lo que es, lo defienda y lo ponga en valor.

–Supongo que es lo mismo que cuando se usan etiquetas como «escritora trans» o «escritor villero». Esa una puesta en valor supone que hay cosas que no están marcadas, como si lo «natural» fuera no ser trans ni villero.

–Claro, pero todo está marcado en el mundo. Hace unos cuantos años saqué un libro de pequeños ensayos que se llama Hacia una literatura sin adjetivos en relación con la literatura infantil pensando que el sustantivo es más importante que el adjetivo. En Una lectora de provincia hago una operación inversa: tomo ese adjetivo a veces degradado y me apropio de eso que puede ser una marca que se pone desde afuera pero que, a la vez, responde a mi camino de lectora y de escritora. Cuando se pone un tipo de adjetivo como trans, villero, provinciano, piletero o lo que sea es como si hubiera algo central y todo lo demás es periférico. Lo que hago es tratar de que lo periférico se vuelva central.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias