sábado 26 de abril de 2025 - Edición Nº2334

Cultura | 22 oct 2023

Relatos del Conurbano

Ariel el negro | En la pluma sensible de Laura Vidal

Con el lenguaje de quién conoce el conurbano profundo como pocas, Laura Vidal nos acerca un relato que no es cuento, es la realidad de miles de pibes que ven frustrada su vida.


Ariel el negro, como lo conocían todos en Bugde. Medio novio de mí hermana, en ese momento no se hablaba de vínculo sexo-afectivo. Un pibito de barrio con la vida rota. Su papá pizzero. Él amante de los gardelitos. 
El negro andaba en la falopa, a la madrugada lo cruzaba re duro, mezclaba alcohol etílico con coca.  Nos sentábamos en el tronquito que estaba en la vereda de la casa de Silvana, la morocha. Yo le hacía la segunda, hablabamos boludeces hasta que me decía que me vaya a dormir.
Si no se lo veía en el barrio era porque andaba en algún quilombo. Cuando la cosa se ponía pesada, el negro se quedaba en Santa Marta, creo que ahí tenía una hermana. 
Los fines de semana me quedaba en la casa de mí tía, salía a bailar con mis primas o nos quedamos en la esquina, hacíamos una fogata y tomábamos café al coñac.
Recondo y Guaminí. 
Ese finde no salimos, nos acostamos temprano. 
El barrio en silencio. Como un presagio. 
De a ratos, el ladrido de los perros. 
Alguna corrida y el ruido del portón de la casa de mí tía. 
Me desperté en ese quilombo, miré por la ventana y vi que alguien entraba. Estaba medio dormida y pensé que estaban afanando.
El ladrido de los perros se iba apagando y otra vez ganaba el silencio. 
Después de un rato salí. El negro estaba tirado en el piso, le habían pegado un tiro en la espalda. Creo que quiso saltar un alambrado que daba a la casa vecina y seguir corriendo. Pero no pudo.
Algo queria decir, pero se ahogaba. Me acuerdo que me acerque, lo miré y le toqué la mano.
Sabía que se estaba yendo y supongo que, de alguna manera me alegré porque estaba cerca, porque lo quería y porque sabía que lo estaba acompañando en el último tirón de su vida. 
Todavía me parece increíble recordar como se apagan los ojos de una persona cuando muere.
Ese día vi morir a una persona que quería. 
En el barrio se decía que lo habían matado los tranzas. 
Yo no pude ir al velorio, tampoco al cementerio, ni  volver a cruzar el portón de la casa de mí tía. 
Al negro lo mataron unos días antes de su cumpleaños. 
Yo me acuerdo de él cada vez que suena algún tema de Oktubre:

 

https://youtu.be/cgdrurIhLgI?si=duN_7_sX7pD-gv-T

 

 

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