

"Tocar amagar y retirarse"
Jamás toqué algo tan delicado, amagué con adquirirlo y acabé retirándome azorado ante lo exorbitante del precio que deseaba en ese particular momento decisivo de mi vida, que ya avizoraba cercana a su faceta final.
La historia vino barajada así: ingresé en el local donde se exponían, simétricamente distribuidos y apoyados sobre artísticos caballetes recubiertos de finos lienzos de raso, sus productos artesanales.
De inmediato apareció un vendedor vestido con un impecable traje negro, camisa blanca y corbata gris, que se me acercó solícito, mostrando despampanante sus dientes, demasiado perfectos para ser naturales, en una amplia sonrisa, algo cínica y con ciertos matices siniestros.
Le indiqué vagamente lo que buscaba y el tipo comenzó a explayarse sobre las nondades de éste o aquél producto:
-Mire éste caballero -dijo señalando con el índice derecho, tan pàlido que sería capaz de causar envidia al mismísimo Bela Lugosi y prosiguió con su perorata-. Está elaborado en fina madera de cerezo chino y trabajado a mano. Posee sistema de audio Hi Fi estéreo, T. V. pantalla plana con 180 canales por cable y línea telefónica inalámbrica. Es cálido en invierno y excelente su ventilación veraniega.
Asentí con un cabeceo y el hombre, al notar que no me hallaba del todo convencido, pasó al próximo producto en exposición:
-Y éste caballero, creo que es lo indicado para una persona distincuida y refinada como usted. Madera de teca, aislación térmica derivada de la tecnología espacial, interior revestido con las sedas más finas, sistema de audio 5.1 ambiental, reproductor de DVD con Pendrive, pantalla gigante tipi LED, conexión satelital e Internet Wi-Fi, calefacción y refrigeración a base de hidrógeno líquido y muchos otros adelantos realmente envidiables. Y sobre todo, garantía escrita por 50 años.
Luego de calarme con sus ojillos negros de carancho, agregó como colofón de la dicho:
-Crei que le será muy difícil, por no decir imposible, hallar en el mercado nacional otro modelo mejor y al precio que nosotros promocionamos.
-Me gusta...pero, ¿cuánto vale? -balbuceé con precaución.
-Bueno señor... ya sabe,¡lo bueno cuesta un poquito más caro! -aseguró esquivando una respuesta directa.
-Sí, pero cuánto...
-Y...ejem...50 mil...
-¿Pesos?
-Nooo... dólares caballero.
Al oír semejante cifra comencé una "retirada táctica" del local y como si fuera una rata que se raja por los tirantes tras chorearse un cacho de morfi, salí afuera del lúgubre negocio. Entonces me giré y vi su fachada y en particular el gran cartel que la recubría, iluminado por una irreal luz de neones lila y leí:
GRAVES, BECCHINI, DE LA CROIX e Hijos, srl.*
Especialistas en vida ultraterrena. Aconsejamos, acompañamos y enterramos. Máxima discreción, seriedad y garantía del usuario.
Fruncí la cara y me fui pensando que ni la muerte se escapa del brutal mercantilismo moderno y de la sociedad de consumo basada en las imposiciones tecnológicas. Decididamente, si deseaba morir con un poco de dignidad, debería irme al Tibet y esperar mi ya cercano día final vestido con una túnica azafranada de lama. En la Argentina, nunca lo lograría.
Nota *: GRAVES: Tumbas (en inglés); BECCHINI: Enterradores (en italiano); DE LA CROIX: De la Cruz (en francés).
Sergio Manganelli