sábado 27 de julio de 2024 - Edición Nº2061

Locales | 6 oct 2023

ESCRITORES COSTEROS

Doña Clara | Un cuento de Haydee Repetto

Presentamos un cuento de Haydee Repetto, escritora radicada en Santa Teresita, quien actualmente está coordinando rondas de lectura semanales, de producciones propias de vecinos amantes de la escritura como forma de expresión interior.


 

DOÑA CLARA

Me subo al campanario de la iglesia, desde ahí puedo ver todo el pueblo, aunque mi mirada solo enfoca la casa de doña Clara.

En este momento sale a barrer la vereda. Bajo corriendo por las escaleras y cuando llego junto a ella, inspiro fuerte y digo:

─Buen día, doña Clara.

─Hola Juancito.

─ ¿Qué es ese olor tan rico?  

─Niños envueltos─ contesta sin dejar de barrer.

Me imagino a esos niños envueltos y ya no me parece tan tentador y pregunto con cierto asco, ¿Niños?  

  ─Esperá, ahora te los presento─ dice y entra riéndose.

Sale con una bandejita, ella me explica como los hace.

─ Ahora te los envuelvo así te los llevas para probar.

Yo pienso en mis hermanos, son más grandotes y no me respetan. Siempre me quedo con hambre.  

─ ¿No le molesta si los como en la vereda?  

Me mira seria, no es la primera vez que se lo digo.

─Pasá y sentate a comer como un cristiano, me contesta, pero primero lavate las manos.  

Me pregunto, ¿Por qué nunca se olvida de hacerme lavar las manos?  

Es una casa rara, apenas entrás, aparece un enorme patio con baldosas a cuadritos, como el tablero de las damas. En el barrio le dicen casa chorizo, ¿será porque siempre salen ricos olores a comida?  

En el comedor, sobre la mesa siempre está la bolsa de tejido.  

─Las agujas las protejo con un corcho para que nadie se lastime, me dice al ver mi cara de sorpresa mirando los corchos.

Cuando paso al baño tengo que atravesar el dormitorio, de reojo trato de bichear todo. Tiene una muñeca vieja sentada en la cama y el retrato de un nene con un hombre en la mesa de luz.

El piso es de maderas largas y están enceradas, huele a limpio

. Ahí están los patines y yo me resigno a caminar como un pingüino, la cuestión es comer.

El jabón tiene un rico olor, la espuma sale marrón. Me lavo con cuidado. Mientras juego con la espuma miro los azulejos blancos, todo es blanco.

Mis manos ahora también están limpias y cuando me seco, la toalla ya no recibe las marcas negras de las primeras veces.  Ella me enseñó cómo hacerlo.

Doña Clara es grandota, y tiene mucha fuerza. Me encanta abrazarla y apoyar mi cabeza en su panza, que siempre esta calentita y con olor a comida.

De la cocina siempre se desprende un olorcito a empanadas, guisos, pucheros, que envuelve a toda la cuadra. A veces doy varias vueltas a la manzana para seguir disfrutando de ese olor.  

En mi casa nunca sentí esa sensación de madre que cocina con ganas, más bien protesta mucho y todo sale crudo o recontra seco.  

Ahí viene sonriendo doña Clara, trae un plato grandote. Lo miro con desconfianza. Lentamente, para que no se dé cuenta le voy sacando la hoja de repollo. Pero por fin el hambre gana la batalla y el pan deja el plato limpito y brillante.

─Gracias doña Clara, estaban riquísimos. ¿Quiere que le barra la vereda?, digo en un intento de agradecer.

─Andá, sos muy chiquito para esto, y sacude la escoba con una fuerza que asusta.  

Le vuelvo a dar las gracias y le doy un beso en la mejilla. Luego en sus santas manos.  Se queda seria, mirándome.  

Ella sabe dónde vivo, sabe que como poco y salteado, que mi mamá no pone amor para cocinar, por eso dos o tres veces a las semanas ocurre una escena parecida.  

Y yo sé, que ella tiene un hijo que se llama Juan, como yo, y que siempre le cocina con amor, aunque él, hace muchos años que no viene.

                                                                                          Haydee Repetto - 2020

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