

Mientras las apuestas online se naturalizan en los celulares de miles de jóvenes, una obra de teatro se planta con fuerza en el escenario escolar para encender la alerta. “Jugar a ganar, jugar a perder”, escrita y protagonizada por Gonzalo Velázquez —bajo su ya popular personaje “Gonzo”—, se presenta como una herramienta tan artística como política. No sólo entretiene, sino que pone en palabras, risas y silencios, una problemática que crece a la sombra de la tecnología y el descuido social.
La obra forma parte del programa “Pasen y Vean”, impulsado por la Dirección de Inclusión Juvenil de la Municipalidad de La Costa. En esta oportunidad, el teatro no llega como espectáculo de ocasión, sino como una intervención urgente: hablar del uso problemático de las apuestas digitales entre adolescentes. Porque sí, los casinos online también tienen su público entre los más jóvenes, aún cuando muchos adultos no quieran verlo.
Acompañado por Germán Guzmán (alias “Moncho”) y Gastón Pan en la operación técnica, Velázquez apuesta a un lenguaje cercano, con humor y complicidad, pero sin perder de vista la gravedad del tema. “La respuesta de los chicos y las chicas sorprende. Es un tema que hay que seguir trabajando”, señaló el actor, luego de recorrer escuelas secundarias en San Clemente, Las Toninas, Mar de Ajó y San Bernardo. El ciclo continuará después del receso invernal.
La propuesta no se agota en la función. Al finalizar, se entregan cuadernillos pedagógicos diseñados como juegos, que permiten extender la reflexión en el aula. El objetivo es claro: que el teatro no sea sólo un espejo fugaz, sino el punto de partida para un aprendizaje crítico y duradero.
El avance de las apuestas online en la adolescencia no es un fenómeno menor. Se cuela en dispositivos, se mimetiza con el entretenimiento y, muchas veces, encuentra terreno fértil en el vacío afectivo y educativo. Por eso, que una obra como “Jugar a ganar, jugar a perder” se anime a poner el tema en escena, con inteligencia, ternura y contundencia, es un acto cultural pero también político.
En tiempos donde el algoritmo manda y el riesgo se disfraza de diversión, el teatro aparece como un refugio lúcido. Una manera de decir: esto también hay que verlo. Y, sobre todo, hablarlo.