viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº1941

Locales | 9 nov 2020

Una saludable pregunta colectiva

La inflación ... ¿la hacemos entre todos también?

¿Es la inflación y sus efectos negativos una variable macroeconómica impuesta externamente, o es también un resultado microeconómico local relacionado a una conducta muy individual? ¿Será que la podremos contener mejor entre todos? Una revisión práctica de la formación de precios a la luz de las enseñanzas de la pandemia. Por OptiSailor


Advertencia: el autor no se propone en absoluto dar clases de economía sino apenas hacer un análisis basado en conceptos y prácticas cotidianas con el objetivo de ofrecer una saludable crítica colectiva.

“¿Cuánto es?”, pregunto.
"$75", Me dicen, y le digo que por favor me de las otras, las salchichas de $60. 
“Son estas”, me contesta. 
Siento mi indignación y la canalizo en un ingenuo “¿sabrías por qué aumentaron, te dijo algo el proveedor?”  
“No, solo envió la nueva lista”, y arriesgó “suben por las dudas” (tal vez él mismo así también lo hizo).

Este ejemplo, tan fresco como las salchichas de la noche pasada, no debería sorprender a nadie. Estamos en la Argentina y el dólar se ha disparado hace más de 15 días, y aunque algo ha bajado, ya sabemos lo que pasa, si algo subió por este aumento del dólar nunca más bajará. Nada nuevo ¿verdad?

Hay algunos matices importantes, para empezar, el dólar que se “disparó” y alcanzó más de un 100% de diferencia con el oficial es el dólar “blue”, o el que se consigue, como se dice vulgarmente “en la calle”.

Una de las explicaciones “razonables” al fenómeno del aumento casi generalizado de muchos productos en estas semanas se debería a la “necesidad” de protegerse del costo adicional para volver a reponer la mercadería. “A mí me subió, yo te tengo que subir hermano, lo siento, así es la vida”, algo así parece ser la relación argentina con la inflación.

Pero preguntemos más, ¿a quién le subió realmente primero los precios como para generar el efecto de este “derrame” de inflación tan pernicioso para todos?
“Cri… cri...” tal vez escuchemos.  

Un panorama general
No sería nuevo descubrir que en verdad aquellos exportadores con expectativas de que el precio oficial del dólar también aumente, siempre que puedan, preferirán estoquearse y reservar más cantidad de productos para el mercado exterior (donde incluso podrían hacer ofertas para los compradores extranjeros porque han mejorado su “competitividad”). Pero para el distribuidor local, nacional, le escatimarán mercadería o le aumentarán lo que creen que podría valer si se produjera dicho aumento del dólar oficial, que es el que “reciben”.

Por otra parte, los importadores, según indicarían algunos datos, han estado este último tiempo comprando mercadería en bastante mayor cantidad que el año anterior, es decir, tienen stocks de mercadería comprada al precio oficial “barato”, y compartiendo esa misma expectativa de suba del dólar oficial (devaluación de nuestro peso) escatiman entregas o aumentan precios y sus ganancias.

Por suerte, el gobierno ha sido contundente, “abandonen esa expectativa, no habrá devaluación” (sabemos, que tal vez haya “micro” devaluaciones en el medio plazo, pero ese es otro tema).

Intentar ganar más dinero parece muy normal, estimulante, “razonable”, pero como muchas de las cosas que se hacen en exceso, sin las adecuadas regulaciones, el efecto de este intento -la suba de precios- ha empezado a tener sus consecuencias en todos, alejando cualquier normalidad o paz en los precios.

Y la falta de normalidad de los precios es algo que en la costa aún es más grave por varias razones: el comerciante, sobre todo de temporada, debe pensar cómo en pocos meses de intenso trabajo debe cubrir costos crecientes de todo un año; el ritmo de su trabajo suele ser frenético y los aumentos no siempre son avisados por sus proveedores, y si se detectan no siempre se valorizan en su real dimensión; y cuando los aumentos son importantes  tampoco es fácil cambiar de proveedor, o porque son pocos, o por temas de logística, confianza en la calidad, etc. y se termina rehén del proveedor conocido; tampoco siempre es posible  hacer el traslado de esos aumentos a precios -o hacerlo rápido- tanto por cuestiones de cuidado de los clientes o por los gastos de tiempo o dinero que ello supone, por lo que muchos de estos aumentos terminan por ser absorbidos por el comerciante. 

Claro que siempre hay comercios que sí pueden permitirse aumentos de manera anticipada y cubrirse, e incluso algunos pocos que aumentan más allá de toda lógica y permanecen en el tiempo, sea por tener clientes cautivos o tener una excelente ubicación o publicidad que le aporta gran afluencia de clientes primerizos. Aunque sea otro tema, estos abusos comerciales, sabemos, además de los bolsillos, terminan por perjudicar la imagen de la costa y el turismo general, pero no son el tema de esta nota.

Muchos de los aumentos de los productos en el inicio de la cadena de valor de la economía, sean nacionales, que se exportan, o importados, parecerían estar motivados más por expectativas de lucro adicional que por verdaderos aumentos en sus costos.

Vayamos ahora al ámbito local, de las “salchichas”.
Obviamente podrían ser clavos, y de hecho se ha sentido más profundamente el efecto de suba de precios en el mundo de la “chapa” o el “metal”.
Insistiré una vez en decir que no deseo dar clases de cómo manejar un negocio, más sabiendo que estamos en la Argentina, en una crisis económica. Pero también estamos en una crisis sanitaria, y esto es, además de lamentable, un aspecto interesante para la toma de conciencia y espero que tal vez quede más claro un poco más adelante.

Propondré un ejercicio de imaginación, pensemos que estamos en cualquier otro país, o en otra época del país, donde los precios están “ordenados”; o sea, hay una “relación” entre ellos (no hablo aquí necesariamente de los interesantes conceptos de precios sombra, matriz insumo-producto, etc.). Dicho de otro modo, hay una vivencia de normalidad en los precios, que nos permite recordarlos y hasta organizar nuestra economía familiar sin mayores incertidumbres.

En ese “mundo” el precio por ejemplo de un queso, que se vende a $100 la unidad, debe contemplar la totalidad de los gastos, es decir: el costo del propio queso más gastos “fijos” como alquileres, salarios, etc. y sumarle un monto adicional que podremos, luego de impuestos, considerarlo como lucro o ganancia, que al comerciante le permitirá luego tener su vida equilibrada y afrontar sus necesidades, sus vacaciones, y por qué no sus gustitos, sus ahorros, etc. 

Por simplicidad supongamos que en ese precio de equilibro de $100, el precio del queso corresponde a $50 y el resto, otros $50, a los gastos fijos y a la ganancia bruta (existen algunas relaciones utilizadas habitualmente como el margen bruto sobre ingresos o el mark up, pero eso no tiene mayor importancia ahora). 
Destacamos que ese precio lo fijo libremente el comerciante, para “ganarle” $50 sobre el valor de su “costo” de también $50, o como se dice, para “marcarle” un 100% sobre su costo. El comerciante está contento con ese precio y digamos también con su vida, ¿por qué no? hagamos que sea un comerciante feliz.

Imaginemos que de pronto, su proveedor de quesos (alguien un poco más cercano tal vez con los exportadores de la primera parte del artículo), le aumenta el precio a $55 la unidad del queso, es decir pasó de $50 a $55 aumentando un 10%.
Ahora asistiremos a dos situaciones que humildemente, a la luz de algunos aprendizajes de la pandemia, considero errores de comportamiento social. 

Primer error: aumento de igual porcentaje en el precio que el de los costos
Ante el aumento de costos anterior es muy común oír cosas como lo siguiente “si a mí me aumentó un 10%, yo voy a tener que aumentar un 10% para no perder”.
Pero lejos está de suceder eso, sino lo contrario, porque al fijar su nuevo precio de esa manera, lo está llevando a $110 y como es evidente, ahora su “ganancia” al descontar del precio el costo del queso, es de $55 y no más de $50. O sea, el comerciante ahora gana $5 más, un 10% más que antes. Podrán decir con razón que disminuyeron su margen de ganancia, medido en alguna relación porcentual, pero la economía real de los ciudadanos se maneja en pesos, las cosas se compran y venden en pesos, no en porcentajes, y ahora ganan más pesos que antes.

Recordemos que salvo por este aumento del proveedor “el universo continúa como estaba”, en un país con equilibrio de precios y todo lo que ello significa. 
Y es ahora el momento crucial, de mi mayor ingenuidad consentida: el buen comerciante debería haber remarcado a $105 para seguir feliz con su vida, porque así estaría volviendo a “ganar” sus $50.
Pero no, sucede como si por causa de un problema lejano de un proveedor, que debió subir su precio, ahora se genera la oportunidad de ganar más, y ¿con quién? pues con nosotros “inocentes palomitas”, que le vamos a comprar su queso. 

Como en la pandemia, vale también para la inflación: “el problema general es el problema individual”

Este comerciante sabiendo o sin saber, está actuando como si fuera aquellos ambiciosos que quieren ganar más con sus vecinos sólo porque sí.
A partir de esta línea de razonamiento, el comerciante que aumente sus precios no solo para mantener su “ganancia” sino para ahora aumentarla, debe también hacerse cargo moralmente de la situación, y ya no debería excusarse en los aumentos que recibe de sus proveedores para justificar los propios, él mismo también está siendo un nato generador de aumentos a la sociedad y contribuyendo a la inflación.  Eso no quita que tengas excelentes buenos motivos para querer ganar más que antes, pero ha de saberse que si todo el mundo procede de esa manera intempestivamente se estaría ante una situación parecida a la de “sálvese quien pueda”, algo que no se condice justamente con lo que la pandemia nos legó como enseñanza, la práctica de una mayor conciencia colectiva.

Segundo error: aumentar precios de mercadería estoqueadas y compradas a precio anterior
Supongamos de nuevo a este comerciante, con la claridad de saber que si le aumentara el precio él debe aumentar apenas lo justo para mantener su ganancia anterior, es decir que no cometería el error anterior.
Supongamos ahora que tiene estoqueados 100 quesos comprados a $50 cada uno y que su proveedor le anuncia un aumento de costos igual que antes, o sea que el nuevo costo será de $55. 

Y es en este momento que se produce el segundo error de comportamiento, porque es muy común escuchar en estos días la excusa de “tengo que aumentar porque no sé a qué precio tendré que comprar de nuevo si sigue subiendo todo así”. Veamos un poco mejor esto.

Si imagináramos otro comerciante que recién se inicia a vender quesos (con idéntica estructura de costos y necesidades) pagaría como costo normal $55 (el primero en su vida de comerciante) y pondría su precio en $105.  Para pagar esos primeros $55 por queso debería tener todo el dinero en efectivo, o parte y pedir algo de plazo al proveedor, o pedirle a un familiar o al banco. El comercio suele tener ese tipo de reglas, hay que tener algo de dinero al comienzo para comprar y luego vender más caro, nada nuevo.

Pero el comerciante con historia, dice “¿de dónde saco los $5 extras para pagar el nuevo valor del queso? ¿sacarlo de mis ahorros? ¿pedir financiamiento? ¡De ninguna forma! que me paguen mis clientes, ¿qué saben ellos si yo tenía uno o 100 quesos guardados? Es mi derecho, el nuevo precio del queso es de $105.” Y así, gracias al aumento del cual supuestamente se disgusta, se embolsará $500 extras, y si combinara este segundo error con el primer error remarcando a un precio a de $110 y la ganancia extra sería de $1000.

Me inclino a pensar que en este caso el comportamiento del comerciante, al parecer especulador, no está basado en hacer rendir su capital inmovilizado con una renta adicional comparable a un interés bancario, porque si fuera el caso tal vez solo debería vender todo y dejar de ser comerciante para intentar vivir de intereses. Pero son estos tipos de dilemas y situaciones los que poco a poco van sumergiendo y haciendo sucumbir las vocaciones comerciales iniciales, tal vez más nobles, de brindar mejores servicios, de distinguirse y fidelizar a los clientes por la calidad, etc., por la obtención de ganancias ahora apenas reetiquetando productos. 

Cuestiones finales
Hay una disculpa muy grande para estas dos actitudes comerciales individuales -errores sociales a mi humilde modo de ver- y es que estamos en Argentina en una época aún signada por crisis económicas, y donde cualquier oportunidad de estar un poco mejor se aprovecha.

Hoy el comerciante puede tener deudas, puede que no se haya ido de vacaciones, puede que no sea feliz.
Se reconoce que usar porcentajes para remarcar precios podría parecer más fácil que calcular ganancias individuales de los productos y al respecto tampoco sé realmente si en las escuelas hay algún párrafo sobre como ser comerciante y responder ante una suba de precios.

Aun así, si ante un aumento en nuestros costos todos procedemos de la misma manera y actitud, trasladando inmediatamente igual porcentaje de aumento a nuestros precios, es claro que la inflación se expande, se profundiza ¿y quiénes son los que no pueden subir sus precios? Lamentablemente todos los que reciben un salario fijo, que deben esperar vaya a saber cuánto tiempo hasta que les sea actualizado. En definitiva, es por estos motivos que la inflación “golpea” más a los de más “abajo”, porque no pueden imponer sus precios tan libremente ni estoquearse para defenderse de los aumentos que le impone el resto de la economía.

Si en algo nos ha ayudado la pandemia espero sea en despertar un poco más la sensibilidad y noción de la interdependencia. Si así fuera, la inflación podría verse como un problema también llamado a ser mejor controlado entre todos, en nuestro pequeño o gran comercio o industria.

Para ello no solo debemos estar atentos a revisar nuestra forma de proceder ante los aumentos sino a exigir a quienes nos aumentan nos den al menos una explicación más sincera y honesta. Y si llegáramos a conclusiones donde queda en evidencia la lisa y llana especulación y ambición, será tarea de exigir entonces a nuestros representantes una mayor regulación, que ponga a resguardo el pacto social que nos permita a todos ejercer actividades comerciales en un clima de mayor previsibilidad.

Mis saludos de siempre.

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias