En la pequeña Capilla Ceferino Namuncurá, en el corazón del Barrio Puerto y a metros de la Reserva Ecológica de Punta Rasa, la comunidad celebró el Segundo Domingo de Adviento con un protagonismo especial: los niños, que con su frescura invitaron a los presentes a preparar los hogares y los corazones para recibir la Luz que vuelve a nacer.
De a poco, con gestos simples, cantos y palabras que desarman, ellos lo iluminan todo. Hacen brotar lágrimas de alegría y toman de la mano a quienes, aun cansados o golpeados por la realidad, se animan a seguir caminando. Por el que viene, y por nuestras infancias, la comunidad se descubre renaciendo una y mil veces, abriéndole camino a la Vida entre tanta muerte, abriéndole paso al Amor entre tanto odio. Es posible: son testigos vivos y dan fe.
La celebración estuvo acompañada por la lectura y el eco profundo de la canción “La casa nueva”, de Los Zucará, cuyos versos resonaron como un llamado urgente y amoroso a construir algo distinto.
“La inocente canción resultará más poderosa que un cañón…
Hay que dar tanto amor hasta construir la casa nueva…
Hay que dar tanto amor hasta que cicatricen las heridas…
Ahí comienza la vida”, dice la letra que, al ser compartida, se volvió oración colectiva.

En ese espíritu, la comunidad del Barrio Puerto reafirmó que el Adviento no es solo espera: es decisión, trabajo, ternura organizada. Es creer que lo pequeño puede transformar lo grande, que la belleza de la naturaleza enseña caminos, que el perdón y la justicia no son sueños ingenuos sino semillas que ya están brotando.
Así, entre velas, cantos y sonrisas, la Capilla Ceferino Namuncurá volvió a ser hogar donde la esperanza se enciende. Los niños lo recordaron, con la luminosa verdad que solo ellos pueden dar: hay que dar tanto amor hasta que la vida, por fin, florezca para todos.
