

Por las venas de San Clemente sigue corriendo la memoria. Este sábado, en un acto cargado de emociones, se celebraron 30 años de encuentros de la Asociación Civil Familias Pioneras, un espacio que, desde su creación, ha sabido poner en valor la historia y el legado de quienes forjaron los primeros pasos de la localidad.
En el marco del homenaje, se recordó a los primeros inmigrantes que llegaron a San Clemente, muchos de ellos desde Europa, tras una breve escala en el puerto de Buenos Aires. Algunos lo hicieron con sus familias, otros vinieron solos, dejando atrás a sus seres queridos, con la esperanza de un porvenir distinto. “Toda una historia de inmigrantes muy rica”, se escuchó decir entre los presentes, en un clima donde los relatos personales se entrelazaban con la historia colectiva.
El acto incluyó un reconocimiento personalizado a cada una de las familias pioneras. Luego, Teresita Franco, presidenta de la Asociación, tomó la palabra para repasar las tres décadas de encuentros, actividades y homenajes. Desde trabajadores de la salud hasta maestros mayores de obra, pasando por oficios esenciales que construyeron, literalmente, los cimientos del pueblo. Cada uno tuvo su lugar en esta historia compartida.
Un emotivo video acompañó el repaso, retratando los momentos y protagonistas que, a lo largo de los años, recibieron el reconocimiento de la comunidad. Pero uno de los pasajes más conmovedores fue, sin dudas, el homenaje a Clemente "Chiche" Ferreira, fundador de Familias Pioneras, excomisario y figura entrañable de San Clemente. A través de las palabras de su hermano y su hijo, la comunidad volvió a encontrarse con la memoria de un hombre que, una vez retirado de su cargo, siguió al servicio de la sociedad desde lo civil, con vocación y entrega.
El cierre del acto estuvo a la altura de la jornada: Élvio Palacio, músico nacido en San Clemente e hijo de pioneros, volvió especialmente desde La Plata para compartir su arte. Interpretó canciones de autoría de Lorenzo José Luengo, también presente en el encuentro, quien además recitó algunos de sus poemas. La cultura, así, se convirtió en el broche de oro de una noche que fue mucho más que una ceremonia: fue un abrazo entre generaciones.
Treinta años no son poco para una historia asociativa. Pero, más allá de los números redondos y los actos formales, lo que se celebró fue el valor de la raíz. En un tiempo donde todo parece efímero, estos espacios que nos recuerdan de dónde venimos son indispensables. Porque un pueblo que honra a sus pioneros, también honra su futuro.