

Mientras el mundo entero alzaba la vista para observar aves, San Clemente del Tuyú también se hizo presente en el Big Day, la jornada internacional de avistaje y conteo de aves más importante del calendario ambiental. La actividad tuvo lugar en Tapera de López, Punta Rasa y el Parque Nacional Campos del Tuyú, con la participación de organismos nacionales, provinciales, locales y vecinos comprometidos con el ambiente.
Desde muy temprano, equipos de guardaparques, brigadistas, miembros de Clubes de Observadores de Aves y voluntarios se distribuyeron en distintos puntos estratégicos del paisaje costero y de monte. “Nosotros somos un grupo que estamos contando las aves de monte, acá en el camino de Tapera, y hay otro grupo contando aves sobre la costa, en la ría San Clemente”, explicó Maximiliano Navarro, guardaparque del Parque Nacional Campos del Tuyú.
Pero más allá del conteo —cuyos datos se cargan en la plataforma internacional iBird para aportar al monitoreo global de biodiversidad—, el mensaje fue claro: valorar lo que tenemos.
“Tenemos que sentirnos privilegiados, porque tener un parque nacional en nuestra región dice mucho del lugar donde vivimos”, remarcó Navarro.. “Vivimos en uno de los lugares más bonitos de la Argentina, del planeta”, agregó con convicción.
La región sur de la Bahía Samborombón, donde se desarrolló la actividad, reúne un mosaico único de áreas protegidas: desde el Parque Nacional Campos del Tuyú, pasando por reservas provinciales como Rincón de Ajó, la reserva municipal Marismas del Tuyú, hasta espacios de conservación de la defensa como Faro San Antonio y Punta Rasa. Un verdadero corredor biológico de alto valor ecológico, muchas veces ignorado por sus propios habitantes.
“Que conozcan lo que tienen, que sepan en dónde viven”, insistió Navarro. “Lo maravilloso no está afuera, no está en otros lugares, está acá. Siempre vemos lo que está en otro lado y desconocemos el tesoro que tenemos en casa.”
En un mundo cada vez más desconectado de lo natural, el Big Day ofrece una pausa para reconectar con la belleza de lo cotidiano. Porque el canto de un ave, lejos de ser un simple sonido, puede ser también un llamado a proteger lo que somos.